Diferencias con una autoescuela

¿Somos una autoescuela o hacemos lo mismo que un instructor de manejo? Y la respuesta es una sola: Animate a Manejar no es una autoescuela, hay muchas cosas que nos diferencian.

 

 

Una de las primeras diferencias que podemos establecer es la persona quien acompaña en el auto. En el caso de la academia quien acompaña es un instructor, en general con grandes conocimientos de las técnicas para conducir un automóvil, quien enseña al alumno los movimientos necesarios para dominar un vehículo. En el caso del método para perder el miedo a manejar, el que lleva adelante el proceso no es un profesor sino un profesional de la psicología, por lo que el desarrollo del proceso será muy diferente en un caso que en otro. Pero este desarrollo no es distinto sólo por quien acompaña, sino por los objetivos que en un caso y en otro se persiguen. En el caso de las academias se busca que el aprendiz tenga un dominio más o menos básico de las habilidades para conducir y se lo adiestra para realizar las pruebas necesarias que logren que obtenga su licencia o registro de conductor, y en general ellos son los más idóneos para este caso. En el caso del método que diseñé el objetivo principal es la pérdida de los temores a manejar, por lo que el proceso no se encara de la misma forma que un curso tradicional, si bien, aparentemente, contiene alguna de las características de éste. No se hace hincapié en la perfección de la técnica sino en ganar confianza y reforzar la autoestima en el acto de conducir, la destreza y la habilidad se lograrán como consecuencia de la pérdida del miedo, nada se puede aprender si uno está dominado por la inseguridad.

Yo establezco algunas diferencias de terminología con respecto a la que se utiliza habitualmente en el caso de las autoescuelas (curso, alumno, etc.). Comenzaremos entonces a nombrar de otra manera algunos términos que se utilizan habitualmente en el ámbito de las academias de conducción. Uno de ellos es la noción de curso, que la dejaremos de usar por la de “proceso”. Curso denotaría algo prefijado en sus contenidos, siendo su transmisión para todos por igual; en cambio proceso es una palabra que tiene que ver más con un camino a recorrer donde existiría una dialéctica, un ida y vuelta entre quien enseña y quien aprende donde los contenidos se van construyendo de a dos. Asimismo, hablar de proceso nos remite a una modalidad de abordaje circular, donde cada instancia superada a partir del error, retroalimenta y nutre a la siguiente. De aquí es sencillo deducir que, esta modalidad de trabajo no sintoniza con un abordaje lineal, pasivo e inmediato. No es lineal ni vertical porque se establece una relación en dos sentidos, que se retroalimenta en forma circular; no es un abordaje pasivo ya que existe una participación activa por parte de quien intenta perder sus temores y lograr manejar en la calle.

 

 

Teniendo en cuenta la explicación del párrafo que antecede, romperé con la dualidad instructor – alumno, que posee una connotación de extrema asimetría, para comenzar a usar los términos orientador – pasante; ya no hay quien enseña y quien aprende, sino que hay alguien que orienta a otra persona a atravesar (a pasar, por ello es pasante) por un proceso de pérdida del miedo, a pasar de una sensación de imposibilidad a un sentimiento de poder.

Tampoco utilizaremos la palabra “clase”, sino que preferiría que se nombrara cada tiempo del proceso como “encuentro”, no tanto un encuentro del orientador con el pasante, sino que estamos hablando de un encuentro del pasante con sus temores e inhibiciones pero también y principalmente con sus posibilidades de perderlos y sus potencialidades de lograr el objetivo de manejar en la calle.

Estas son algunas de las diferencias que intento establecer entre el método que diseñé y un curso de manejo tradicional. Hasta la próxima.

Lic. Omar Alzugaray